domingo, 15 de marzo de 2009
Lo que opina Chéjov sobre el teatro de su tiempo
«El 26 de noviembre de 1881 Sarah Bernhardt, la actriz más famosa de Francia, que acababa de regresar de América y Viena, viajó a Moscú. Durante doce noches representó La dama de las camelias, de Alejandro Dumas hijo, en el teatro Bolshoi. Sarah Bernhardt no tuvo buenas críticas en Moscú, pero ningún periodista fue tan severo como Antón Chejonté [seudónimo usado por el joven Chéjov] en El Espectador en los meses de noviembre y diciembre de 1881. A pesar de las habilidades histriónicas de la Bernhardt, Chéjov declaró que era tan inexpresiva y tan tediosa que “no volvería a escribir sobre ella aunque el editor me pagara cincuenta kopeks por línea”. La clave de la reacción de Chéjov era que “no tiene chispa, lo único que nos hace llorar lágrimas calientes y desvanecernos. Cada suspiro de Sarah Bernhardt, sus lágrimas, su extenuante gesticulación y toda su interpretación no es más que una lección bien aprendida y sin fallos”».
«La actriz del drama chejoviano (Arkadina en La gaviota) es también una exhibicionista egocéntrica a la que hay que contener. La crítica a la Bernhardt es el primer disparo de la guerra que Chéjov como dramaturgo, y más tarde Stanislavski como director, iban a librar contra las estrellas del escenario y sus pretensiones».
[Extracto de Antón Chéjov. Una vida, de Donald Rayfield. En la foto, Sarah Bernhardt.]