jueves, 2 de julio de 2009

Actuación según Eduardo Pavlovsky

Los Solos, avanzan. Y pasan cosas, que nos hacen hablar de la actuación y del oficio del actor. Esta entrada va para María y toda la clase.
Está publicada en una revista digital: Saverio.
Dice Pavlovsky

Cuando descubrí el teatro lo descubrí como actor, pero confieso que nunca tuve miedo de exponerme con todos "mis traumas" en el escenario. Se que llovían las criticas sobre mi exhibicionismo y mis raras tendencias psicopáticas; sin embargo yo sentía que crecía, que la creación artística me enriquecía y que mi interpretación dramática sobre determinados personajes me ayudaba a comprender mejor ciertos fenómenos psicopatológicos; la creación artística humaniza, sensibiliza, enriquece.
¿Por que sos actor?, me preguntó un día un analista. Porque puedo, le respondí. Dice Fenichel: "Mejor actor sería aquel que no hubiera desarrollado todavía una verdadera personalidad distinta, que estuviera dispuesto a re­presentar cualquier papel que se le ofreciera, que no tiene ego sino que más bien un montón de posibilidades de iden­tificación ".


Dice Weissman en La creatividad en el teatro: "Del mismo modo' que el actor, el exhibicionista sexual esta constituido de tal manera que sus perversiones también tienen calidad de representación que debe continuar. El exhibicionista, como el actor, puede vestir también con ropas del sexo opuesto, o del mismo sexo, para negar la angustia inconciente de haber sido castrado. El exhibicio­nista y el actor se ven continuamente obligados a represen­tar otra identidad, lo que reduce temporalmente su ansie­dad. El uso legítimo que hace el actor de trajes y papeles proporciona una solución satisfactoria a sus ansiedades por miedo a perder el pene, así como la búsqueda de una imagen corporal".

Es curioso: yo no quisiera oponerme de plano a este tipo de interpretaciones, porque no hay duda de que el actor necesita de un cierto nivel de exhibicionismo para actuar. Es más, lo he comprobado en mí; personalmente soy un tímido fóbico que utiliza técnicas contrafóbicas para vencer sus miedos infantiles. Mi asma infantil sería un buen ejemplo de esta naturaleza.

Pero mi experiencia como actor me ha mostrado también que se puede realizar estéticamente un personaje en forma correcta, cuando se han podido elaborar y aceptar los aspectos más rachazados de uno, incluidos en el personaje. Cuando realicé el papel de un homosexual en la obra Atendiendo al señor Sloane, tuve que ponerme en contacto con toda mi homo­sexualidad y mi mundo perverso latente. Al principio no podía jugar bien el papel, porque no aceptaba mis posi­bilidades homosexuales. Me defendía rígidamente de este pa­pel. Sin embargo, en la medida en que pude analizar y acep­tar todos mis componentes femeninos pasivos, sin por esto tener temor de perder mi pene, "mi virilidad”, comencé a jugar el papel con gran soltura y tuve una clara visión de mis tendencias femeninas. Fue un verdadero hecho terapéutico y, lejos de despersonalizarme y disociarme, el profundizar en el papel y en mi homosexualidad me permi­tió comprender mejor no solo mis fantasías femeninas sino también la homosexualidad de mis pacientes. Fue una verdadera "catarsis de integración" (J. L. Moreno). El actuar roles alejados de mis tendencias habituales ha enri­quecido mi experiencia profesional psiquiátrica.

...

Aprendemos los gestos de nuestra familia y los roles contradictorios que nos comprimen. Al proyectarnos hacia nuevas posibilidades creadoras volvemos a pensar en nuestras viejas desviaciones y viejos gestos. Somos mas ricos, pero con los gestos y mi­radas del pasado. Intentamos superarnos y en nuestra misma superación se develan nuevas contradicciones y nuevas formas de conducta.

El creador, hombre de teatro, no repite en sus obras sólo los gestos de su infancia, sino que su obra es también la superación de ese pasado condicionado­. Esa obra es la singular y específica forma de inrentar superarlo. Un dramaturgo en cada obra no repite, sino que construye la superación de su pasado. Su forma especifica de esa lucha desesperante por superar su pasado es el diálogo teatral. Las obras jamás revelan los secretos de la biografía, que solo puede ser el simple esquema que nos permita descubrir dichos secretos en la vida misma.

Dice Ionesco: "La creación supone una libertad to­tal, se trata de un proceso diferente al del pensamiento conceptual. Hay dos tipos de conocimiento: el conocimiento lógico y el conocimiento estético, intuitivo. Cuan­do escribo una obra de teatro no tengo idea de lo que va a ser. Tengo ideas después. Al comienzo es solo un estado afectivo. El arte para mí consiste en la revelación coti­diana de ciertas cosas que la razón y la mentalidad coti­diana me ocultan. El arte atraviesa lo cotidiano, precede de un segundo estado. Llamo a esto mis obsesiones. Angus­tias. Las de todo el mundo. Sobre esa identidad se funda solamente la posibilidad del arte. Mi teatro es la proyección de mi mundo interior en el escenario".

Grotowsky

El actor, al menos en parte, es creador, modelo y creación sintetizadora en una sola persona. No debe aver­gonzarse como si todo esto condujera al exhibicionismo.

"Debe ser valiente, el valor del desamparo, el valor de revelarse a sí mismo.”

"El actor no debe ilustrar sino llevar a cabo un acto del alma a través de su propio organismo.”

"De ahí que se encuentre enfrentado a dos alternati­vas extremas, o bien puede vender bochornosamente su Yo encarnado, haciendo de sí mismo un objeto de prostitución, o bien, por el contrario, puede darse a sí mismo, santificando su Yo encarnado".

Las ideas de Grotowsky parecen residuos en una lu­cha que entrevera los bajos fondos del instinto con la ac­tividad racional y mística del hombre. Su dialéctica se sitúa entre la reverencia y destrucción del mito, entre la adoración y la blasfemia.
Para Grotowsky el "modelo actor" seria el antiexhibicionista, el hombre que se ofrece en su máximo grado de desnudez, desprovisto de sus muecas y gestos imposto­res, reproduciendo un encuentro inédito con el especta­dor en cada representación.
Desde este estado de pureza, cada encuentro es un intento casi místico de integración máxima con el espec­tador.

El actor desprovisto de sus muecas, a través de un largo y doloroso proceso de aprendizaje, se ofrece como modelo al espectador, provisto en este caso del ropaje de gestos impostores.

Para Grotowsky la relación dialéctica actor-publico sería casi opuesta a la del teatro convencional.

Este artículo fue publicado en el nº 1 de Saverio, revista cruel de teatro en el mes de mayo de 2008.

http://revistasaverio1eduardopavlovsky.blogspot.com/